miércoles, 13 de febrero de 2008

A UN SOBRE VACIO-SOCORRO

Querido:
Mientras que una mano de mujer hace que vayan creciendo sobre el satinado de mi piel palabras indecisas, renglones vacilantes, caricias ajenas imaginadas en la distancia, y traiciones antes presentidas y ahora confirmadas, yo sueño con tu eterno abrazo de papel, y me estremezco.
El destino de cualquier cuartilla debiera ser siempre un perderse en la oquedad amante de algún sobre vacío hasta morir juntos consumidos por el fuego redentor.
No es así.
He sido testigo de muertes inmaduras; cuartillas despedazadas hasta ser reducidas a pavesas muertas de frío; cuartilla mutiladas una y otra vez en mil pedazos, en un dolor de desgarros coléricos, con su contenido inédito y agónico hecho de desamor y de abandonos, muriéndose de olvido en el fondo de anónimas papeleras de despachos impersonales. He visto cuartillas en blanco, anhelantes de una palabra amante, velando desveladas durante noches enteras sobre escritorios desolados, sin encontrar la mano que supiera trazar sobre ellas la magia de un poema que llenase el corazón de quien lo espera al otro lado de la desesperanza. Me he conmovido, en fin, viendo cómo desafortunadas cuartillas, esclavas de mensajes imposibles, eran arrugadas y estrujadas por humanos puños iracundos, y arrojadas a la hoguera, como brujas condenadas a muerte, por el solo pecado de haber compartido secretos que no podían mencionarse por escrito, por haber sostenido con sus aturdidos verdugos relaciones de deseos inconfesables, prohibidos diálogos de amor, caricias anheladas incapaces de alzar el vuelo hacia la nada postal de un buzón de correos, o de mudarse en una nota de amor sugerentemente olvidada junto a una mano amante.
Pero yo hoy presiento en el trémulo avanzar de la mano que escribe sobre mí su despedida que estoy llamada a cumplir mi misión sin que haya nada que pueda impedir este fatal destino mío mensajero. Sé que mi espacio se llenará hasta la última línea, con toda la desesperanza acumulada en un cerebro oscurecido por el tiempo y que, cuando quien me escribe no pueda ya escribir ni una letra más, yo seguiré latiendo entre tu abrazo, guardados los dos en el bolsillo que él tiene al lado del corazón, allí, junto a aquella foto de una muchacha que, con el tiempo, fue perdiendo la luz en los ojos; y en sus fantasías de pobre mujer enloquecida por los celos, fue renunciando a la razón de seguir siendo fantasmal y olvidadizo disimulo de traiciones negadas una y otra vez.
¡Pobre loca! ¡Qué cuerda estuvo siempre!
Sueño ya con arrebujarme en tu abrazo, sobre vacío y fiel, caricia envolvente incapaz de ser algo más que un mínimo cartel anunciador de la dirección a la que has llegar. Pero, esta vez, en tu panel en blanco no se escribirán calles, ni ciudades, ni países; sólo un destino sin un nombre siquiera: "Para ti, amor".
Dormirás durante todo el día esta última espera, pacientemente, ocupado en cobijarme en tu seno amoroso, hasta que el hombre te encuentre esta noche sobre la almohada. Despertarás en él un destello de angustia contenida mientras rasga tu cerrazón con mano trémula; y dejarás que sea yo quien le cuente la última historia de amor escrita para él con toda la desesperación de la sospecha cierta.
Luego, la mano del hombre me devolverá a ti en un esponsal de contrición y amor eterno: ese que sólo se alcanza con la muerte y permanece por siempre en el recuerdo de los que aún tienen que seguir recordando la fatal inconstancia de la vida.
Quizá, antes de ser plegada por las culpables manos del hombre, una lágrima humana y penitente desdibuje alguna letra en mi superficie dejando emborronado el último dolor que la trazó. Quizá vuelva a ti húmeda de tristezas ajenas. Pero volveré y seremos dos papeles plegados en un solo abrazo que acabará amarilleando el olvido.
Nunca más estarás vacío. Ni yo desabrigada. Lo teníamos pendiente; ¿recuerdas?
¡Lástima que haya de ser una muerte quien dé vida a este maridaje!
Nunca más sentiré la desazón por el incierto destino de cualquier papel en blanco. Ya no habrá entre nosotros tareas por hacer.
Todo está escrito para que nuestro abrazo se consume.
Gaviola en Marineda. En un 13 de Febrero de 2008.

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