miércoles, 13 de febrero de 2008

MIS QUERIDAS PALABRAS-ROSA

Mis queridas Palabras,

Os escribo aun sabiendo que no obtendré respuesta, pero ya sabéis que la amistad, el amor, no ha de tener secretos y guardar rencores. Por eso comparto con vosotras la inquietud de estas horas pasadas.

¿Qué os ha ocurrido esta mañana? ¿Por qué no habéis acudido a nuestra cita? Sabíais que era importante para mí teneros cerca siempre que encuentro en esa situación obligada. Pero esta mañana me he sentido sola sin vuestra presencia, sin vuestro alegre caminar por los espacios en blanco que acompañan mis silencios. Mi llamada atropellada y loca me dejó afónica y tal vez os quedasteis sin posibilidad de oírla.

Luego os he sentido diferentes y como bebidas, como si vinierais de un lugar opaco y descontrolado, sin orden, en tropel, casi disfrazadas de otras que casi desconocían mis dedos... Y he intentado salir de la situación con otras menos amadas, sin saber si erais vosotras imitando al Rey de Gallos con su ejército de retaguardia mal armado.

Y es que no acudíais cuando os llamaba con desesperación para liberar mi mente, y todo aquello que tan trabajosamente acumulé en los rincones que anuncian una futura senilitud, se han quedado como cemento hormigonado para una casa de papel.

Pero no os guardo rencor. No podría. Sois tan buenas compañeras de soledades y alegrías, que quizá lo de esta mañana me sirva para aprender. Tal vez, mi culpa haya sido no saber ponerle freno al griterío de mis nervios, yendo de aquí para allá, mientras obstruían el único camino por el que llegáis siempre que os necesito, y muchas veces sin avisar, sólo para disfrutar de un fondo donado, como hacen los grandes amigos.

Ya me despido, redescubriendo, como siempre que os escribo, que me escucháis en silencio, y sabiendo esta noche que posiblemente haya sido mi torpeza la que no os encontrara esta mañana. ¡Qué egoísta he sido con mis reproches primeros! Apelo a vuestra comprensión para que perdonéis esta verborrea nocturna.

Y decidles a esas otras palabras que han llegado en mi auxilio, que no se les quiebre el alma si con su buena fe no consiguen que la casa de papel sirva para salvarme de la tormenta futura.

Recibid mi amor de siempre, y no hagáis mucho caso de esta carta, creo sólo necesitaba saber que no os habéis marchado del todo.

Vuestra amiga,

Rosa

No hay comentarios: