viernes, 8 de febrero de 2008

A LIDIA-ATHO-

Mi querida Lidia, he recibido tu carta, una misiva extraordinaria, bella, llena de alma de poema, me recuerda, no sé quién lo dijo: “Las mejores cartas de amor de una mujer son las que escribe al hombre a quien engañan”.
Varios cielos nos separaban. No encontrábamos a los amigos que se escondían tras una excusa. Arrancados de un contenido fatal, fuimos una quietud ligera, rígida. La juventud daba reposo a la esperanza bajo un círculo lleno de penas. El tiempo pasaba, golpeaba montañas de oscuridad, y era hueco. Acallar su estrépito, pensar, llenar de tristeza los cubos de basura, fue nuestro sino.
Aquí al lado, el río brioso está lleno de risas de espuma. Mis penas intactas, junto al barranco del vicio lleno de buitres. Me voy a ir desierto. No quiero buitres, ni tristeza, ni al pasado que pasó. No existe la felicidad para mí. Me voy.
Cobardía y amor anidaron fuera de nosotros. Nunca en alguna inmensidad nos perdimos fuera de las estrellas. Destruimos un amor que nació al margen del Edén. Las caricias fueron gloria que atascaba nuestras almas. El sonido de los besos enmudeció por donde se cae el olvido. Amores áridos, fríos, y melodías tristes, nos adormecían.
Los fantasmas nos acorralaron, marchitaban rosas al amanecer, y dejaron olvidadas sus cadenas sobre la senda de nuestra perdición.
Ahora las estrellas caminan sin rumbo, las hojas de los árboles tiritan. Nunca conoceremos qué nos tiene reservado la providencia, esa quimera de arrugas majestuosas, para que nos ayude a escapar del castigo.
No te recomiendo que regresemos, nuestro castillo se ha perdido entre las brumas del infierno... ATHO

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